Revista AEA | Editorial

Es el turno del proyecto

El puntapié inicial de toda obra, de cualquier envergadura, es el proyecto. Todos sabemos que en nuestro querido país, a pesar de lo hecho, resta mucho por hacer. Estamos en los primeros lugares del mundo en reservas gasíferas exploradas; tenemos gran parte del territorio con un alto nivel de insolación, la cual es muy superior al de países con el mayor desarrollo en energía fotovoltaica; tenemos otra gran parte del territorio con vientos fuertes, permanentes, mayoritariamente unidireccionales y superiores a aquellos donde se encuentran actualmente los mayores parques eólicos mundiales; tenemos una generación potencial de biomasa vegetal y animal muy importante, derivada de nuestra enorme producción agrícola y ganadera…
Además de todo esto, poseemos los recursos técnicos e intelectuales para llevar a la práctica estos desafíos. Si nos ordenamos en un mismo sentido, podremos otorgar un impulso permanente al progreso y sabemos que es una realidad física que si la aceleración es constante, la velocidad crece sin límites.
Hace unos días se ha presentado a la sociedad un Plan Nacional de Agua cuya meta es dotar de agua corriente y cloacas a la población. Es un plan ambicioso en algo muy necesario, diríamos imprescindible, en cualquier sociedad civilizada con los estándares actuales.
Ahora es el momento de las ingenierías, porque lo primero a encarar es el proyecto. Y un solo proyecto como el Plan Nacional de Agua requerirá cuatro veces más ingenieros de diversas especialidades que los disponibles actualmente en el país.
Es el turno del proyecto y esto nos hace reflexionar sobre la necesidad que tiene nuestro país de una mayor cantidad de científicos, ingenieros y técnicos. También sabemos que, si bien muchos opinan que la tecnología y el conocimiento se compran, esto no produce desarrollo permanente en los países. Miremos sino cómo invierten en investigación científica básica y educación superior los países más desarrollados.
Hoy toca a los que más saben aplicar sus conocimientos y tratar de transmitirlos a los más jóvenes. Permitir su desarrollo y otorgarles responsabilidades que permitan incrementar su experiencia.
Las instituciones permanentes de las distintas disciplinas científicas deben ser puntos de reunión, intercambio, discusión y transferencia de los conocimientos. Verdaderos vasos comunicantes que uniforman y elevan la calidad de nuestros profesionales.

Ing. Carlos A. García del Corro