Avance lento pero generalizado hacia una transición energética mundial

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Resultados que arroja el Índice de Transición Energética desarrollado por el Foro Económico Mundial. Argentina, en el puesto 56 de 115, y respecto de Sudamérica solo por delante de Bolivia y Venezuela, quedó incluida, sin embargo, dentro de los once países que mayor avance han presentado en los últimos cinco años. Ser país importador o exportador de combustible refleja ser un dato relevante para la puntuación final.
Una transición energética efectiva lleva tiempo, es inclusiva, es sostenible, es financiable y es segura. Provee soluciones a desafíos globales asociados a la energía, a la vez que crea valor para el negocio y la sociedad, sin comprometer la balanza del triángulo energético, es decir, la relación entre seguridad y acceso a la energía, sostenibilidad ambiental y crecimiento y desarrollo económico.
Asimismo, la transición energética exitosa requiere el acompañamiento de un impulso similar en la estructura del sistema de energía, capital e inversión, compromiso político y regulatorio, capital humano y participación del consumidor, infraestructura y entorno de negocios innovadores, y marco institucional.
Asimismo, si bien una visión y objetivos a largo plazo son necesarios, permanecer flexibles en un entorno dinámico también es clave. Dada la complejidad y escala del sistema energético, que incluye diversas fuentes de generación, tecnologías para extracción y conversión, y sectores como usuarios finales, una transición energética efectiva necesita evaluar prioridades de diversas partes interesadas.
Dentro de este panorama complejo, el Índice de Transición Energética (ETI) es un ránking desarrollado por el Foro Económico Mundial con el objetivo de facilitar transición energética exitosa. La recolección de datos se lleva a cabo anualmente en 115 países. Se basa en la medición de cuarenta indicadores sobre el rendimiento del sistema de energía, y la preparación de los países para una transición energética segura, sostenible y financiable.
La última edición evalúa el progreso de 115 naciones entre 2015 y 2020. En la tabla se puede ver el ránking con los primeros cinco puestos y el resultado de los países sudamericanos:
Puesto País Puntuación Rendimiento del sistema Preparación para la transición
1 Suecia 74,2% 79% 69%
2 Suiza 73,4% 77% 70%
3 Finlandia 72,4% 71% 74%
4 Dinamarca 72,2% 69% 76%
5 Noruega 72,2% 81% 63%
11 Uruguay 67% 75% 59%
25 Colombia 62,7% 72% 54%
29 Chile 61,1% 65% 57%
39 Perú 59,2% 69% 49%
43 Paraguay 58,4% 68% 49%
45 Ecuador 58,1% 72% 45%
47 Brasil 57,9% 69% 46%
56 Argentina 55,8% 68% 44%
68 Bolivia 53% 64% 42%
111 Venezuela 41,2% 55% 27%
La preparación para la transición energética ha mejorado en todos los países, principalmente debido a un mayor compromiso político y un mejor acceso al capital e inversión. El progreso sostenido requiere el acompañamiento de ciertos habilitadores tales como preparación del capital humano, marco institucional y entornos de negocio innovadores. Colombia es un ejemplo de país que ha logrado mejora en su preparación para la transición energética gracias a generar progresos en múltiples habilitadores.
Figura 1. Puntuación de países en el Índice de Transición Energética 2015-2020
Progreso lento pero estable
La transición energética mundial ha progresado a paso lento pero sostenido. De los 115 países analizados en el Índice, 94 han disminuido por más de un 70% sus emisiones de dióxido de carbono respecto de 2015. La brecha entre países del cuarto superior y los demás es angosta, lo cual muestra un consenso global acerca de las prioridades necesarias para la transición energética, asimismo, el incremento de compartir las mejores experiencias.
La preparación para la transición energética ha mejorado en todos los países, principalmente debido a un mayor compromiso político y un mejor acceso al capital e inversión.
En números, los datos globales son los siguientes:
  • 55,1% mejoró su puntuación en dos unidades respecto de 2015 (ver figura 1)
  • 94 países han mejorado su puntuación respecto de 2015, representando un 70% de la población mundial.
  • Once países han hecho un progreso estable cada año desde 2015. Dentro de ellos, está Argentina, junto a Bulgaria, China, República Checa, República Dominicana, India, Irlanda, Italia, Eslovaquia, Sri Lanka y Ucrania.
  • 20% de la población mundial utiliza tanta energía como el restante 80%
Suecia lidera los rankings globales por tercer año consecutivo, seguida por Suiza y Finlandia. El resultado de los países del G20 es mixto. Francia y el Reino Unido son los únicos miembros dentro del top 10. China, India e Italia han hecho progresos importantes desde 2015, mientras que los de Rusia, Japón, Corea del Sur y Alemania han sido más moderados. Los resultados de Estados Unidos, Canadá, Brasil e Irán se mantuvieron igual o incluso decrecieron.
De los países miembro del G20, por debajo de Argentina en el ranking global se encuentran Turquía, Sudáfrica, Arabia Saudita, Indonesia, Rusia, China e India.
Desde 2015, los países que importan combustible han avanzado a un ritmo más acelerado que aquellos que lo exportan. Los puntos clave de la diferenciación son la sostenibilidad ambiental, capital e inversión en infraestructura de energía nueva y la inercia de la estructura del sistema energético vigente.
Un dato relevante es que la mejora en la puntuación ha sido más alta en países que importan combustibles, respecto de aquellos que lo exportan. Un análisis comparativo entre ambos grupos, de hecho, indica que los países que exportan combustibles presentan un mejor desempeño en la contribución al sector energético para el desarrollo y crecimiento económico, y comparablemente en acceso a la energía y seguridad.
El acceso a las reservas locales a precios accesibles y el rol crítico de la energía en la estructura económica son factores relevantes. Sin embargo, los países que importan combustible logran solventar esa carencia en base a parámetros de sostenibilidad ambiental, compromiso político y acceso a inversiones para nueva infraestructura. En gran medida, también se debe a la presión adicional que tiene esos países para mejorar la seguridad energética priorizando una fuente local renovable.
Once países han hecho un progreso estable cada año desde 2015. Dentro de ellos, está Argentina.
Los efectos cascada de COVID-19
La transformación del sistema energético durante la década pasada, aunque más lenta de lo esperado para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París para combatir el cambio climático, se ha desarrollado como nunca antes. Pero todo lo ganado hasta ahora corre riesgo de desbarrancarse en tanto la pandemia COVID-19 continúa causando estragos a la economía y a las sociedades.
Más allá de la poca certeza sobre las consecuencias a largo plazo, COVID-19 ya ha desplegado una serie de efectos en cascada en tiempo real:
  • La erosión de casi un tercio de la demanda energética mundial
  • Volatilidad sin precedente en el precio del petróleo, con las subsiguientes implicaciones geopolíticas
  • Inversiones y proyectos demorados o estancados
  • Desconcierto sobre las perspectivas de empleo para millones de trabajadores del sector energético
Desde 2015, los países que importan combustible han avanzado a un ritmo más acelerado que aquellos que lo exportan. Los puntos clave de la diferenciación son la sostenibilidad ambiental, capital e inversión en infraestructura de energía nueva.
La crisis forzó lo impensado. La sociedad ha tenido que relegar su libertad individual a favor de una salida colectiva exitosa. Un esfuerzo de proporciones similares se requiere para lograr una transición energética exitosa.
 

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