El barbero-cirujano y las nuevas tecnologías

En la Edad Media, a finales del siglo XIII, existía la figura del barbero-cirujano, y con la misma destreza con que cortaba el pelo, hacía sangrías o curaba la migraña. Hoy en día esto nos resulta extrañísimo, ¿cómo puede ser que ser peluquero y ser médico puedan reunirse en una única profesión? Nos resulta tan raro que ni siquiera contamos con una palabra específica que nombre esa actividad y nos vemos obligados a recurrir a la fusión de ambas a través de un guion: barbero-cirujano.
Lo extraño se puede desentrañar. ¿Qué tienen en común un barbero y un cirujano? Pues el uso de la navaja. Era así en la Edad Media, lo que habilitaba a una persona a realizar una tarea era saber utilizar la herramienta específica. El experto en navajas, podía cortar (pelo o cuerpos humanos, lo mismo da) y el que mejor dominara el instrumento, sería considerado el mejor en su clase. Se puede ver en la literatura, incluso en la que antecede (y por mucho) a toda la Edad Media: ya desde La Ilíada (del siglo IX aC), se destaca la calidad de los guerreros simplemente diciendo que son los que mejor usan la lanza.
Todo cambió en la era moderna (siglos XVIII, en adelante, aproximadamente). El crédito para llevar a cabo una tarea ya no lo da la herramienta, sino el dominio de un conjunto teórico y no tangible de verdades acerca de la profesión. Hoy, médico es el que estudia medicina, y para ser peluquero se necesita dominar conceptos harto diferentes.
Pero no todo lo que ocurrió en la Edad Media merece ser desterrado. Quizá su forma de entender las herramientas nos pueda servir ahora para abordar la nuevas tecnologías.
Clases virtuales, transmisiones por streaming, reuniones laborales a través de la pantalla, correo electrónico, Internet, sistemas informáticos, la nube, digitalización… Todas herramientas que, no solo favorecen continuar con nuestras vidas lo más “normalmente” posible, sino que además extienden nuestros alcances, nos dan nuevas ideas de trabajo, nuevas áreas de actividad. Sin ir más lejos, favorecen el home office y el coworking, dos modalidades que influyen directamente en el comportamiento y necesidades de la vida social de una comunidad entera.
Con clases presenciales suspendidas, todos los docentes se vieron obligados a recurrir a plataformas virtuales para dictar sus clases y hoy en día están descubriendo que esa herramienta poco explorada pero siempre al alcance les permite crear nuevas técnicas didácticas que podrían permanecer y complementarse con las conocidas una vez que puedan volver a mirarse a los ojos con sus alumnos. ¿Y acaso no ocurrió algo parecido en todos los ámbitos de nuestras prácticas cotidianas? ¿Cuántos de nosotros estamos ahora, obligados por la circunstancia, descubriendo todo lo que las nuevas tecnologías tienen para ofrecernos? Seguramente el miedo a lo desconocido, el trajín cotidiano o la confianza por lo que todavía sirve nos alejaba de las nuevas tecnologías, pero evitemos ese camino. Animémonos a transitar el cambio y convertirnos en algo diferente. Seamos un poco como el barbero-cirujano.

Por Alejandra Bocchio de Editores SRL
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